De vuelta. Con el equipaje en la mano y guardando los secretos.
Así llegamos, cada unos a su destino, con sus extremos opuestos.
Normalmente utilizamos los caminos para conocernos mejor a nosotros mismos. Al menos yo. Mis límites murienron mientras idealizaba el encuentro. Las ruinas en las que vive Roma, están encantadas. Puedo decirte que yo también vivo sobre ruinas, sobre las ruinas de un pasado en llamas. Pero tengo que advertirte que no soy preciosa y que mis caminos pueden llevarte a un único lugar. Las mareas aquí no suben ni bajan, se mantienen a un ritmo lento sobre el colchón, aunque este pide a gritos un poco de acción, te pide a gritos a ti en otras palabras. No existen acantilados más allá de los bordes de la cama y la distancia que existe hasta el suelo y los monumentos están construidos a base de miedos sobre infraestructuras llenas de esperanzas y amenazas de valentia que invierten en su estabilidad constante.