martes, 25 de septiembre de 2012

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Triste es tristeza. Esa que está sostenida entre los versos de una tarde de domingo. Pero hoy es martes y yo sigo en mis trece, viviendo en un día impar y con su mala suerte como amuleto. Buscando en las miradas caricias bajo los dedos y una sonrisa de complicidad. Pero eso en estos tiempos no se encuentra a la primera de cambio. Ni a la segunda. Ni si quiera a la tercera. Y eso de darse por vencida es demasiado fácil. Como dijeron, ''la huida solo es otra forma de llamar al miedo'' y yo no dejo de dejarle llamadas perdidas. Perdiéndome a mi misma en no se dónde. Buscando no se qué. Para que venga a rescatarme el Don Nadie que no tiene cojones a aparecer. Ni aunque se le llame a gritos. Que no. Que no viene.
Y bajo el telón de la distancia me regalaron mis primeras notas. Y ahora sus cenizas recorrer otra ciudad que no es esta. Ni fuego ni hostias. No queda nada. Ni si quiera recuerdos. Hay tres renglones en blancos llenos de ausencia. Y es más en mis palabras tan bien la hay. No preguntes, porque no sabré contestar.
La voces del pasado están pegando gritos. ''Futuro'', dicen. Como entre otras. Y levanto la mirada y el cielo está gris. Así, ¿cómo? Ahora soy yo la que pregunta, sin esperar tener nada cambio. Como otras muchas veces. Dejándose llevar sin prestar atención al sentido que tiene o no. (Punto y aparte)

Sigamos. Y concédeme esta fantasía. Ven(te) pero ven.
O quédate. O manifiéstate. No sé. Haz algo.

Esto no es más que un secreto a voces.