Nos hemos estado desconociendo todas las noches desde los últimos meses. Inventándote, borrándote de la memoria y reinventándote de nuevo. Jugando a unir mis casualidades para crearte o creer en mi. Buscando excusas ciegas para lanzarme a describirte de nuevo, como un vicio malo de esos que una vez que se empiezan pero no se dejan ni por asomo.
Asomándome todos los días a ver si dejaste algo, algún resquicio de tu existencia; pero ni siquiera encontré las colillas con las que contar el tiempo que me queda. Y el humo ya no me cuenta historias como antes, ahora es el mejor psicólogo para que yo le cuente las mías, llenas de monstruos y pequeñas fantasías que me acompañan cada noche en nuestros encuentros. Mis monstruos me cierran los ojos, dejándolo todo a oscuras para que cada vez el pasillo se haga más estrecho y ya no quede ni un suspiro con el que poder continuar. Pero los pulmones siguen resistiendo, haciéndose fuertes con estas deudas que mantengo con el corazón; y este tan loco, con su velocímetro, que ya se cansó de revolucionarse por sonrisas que no decían nada. Una lluvia salada acude ami, como el invierno a diciembre, cubriéndolo todo con el frío y el vaho que se apodera de nuestras gargantas mudas que tratan de reaccionar sin dar resultado.
Hace tiempo que algo falla, no sé que es, pero es un vacío, un vacío que se llena con muy poco, pero que al instante vuelve a estar hueco de emociones. Y como dije, es diciembre e invierno; época de buscar manos con las que encajar las propias, ya que los bolígrafos dejaron de llenar huecos. Y se quedaron mudos, muchos de ellos con tinta suficiente para acabar la historia que dejaron a medias. Y por eso tengo tantas historias incompletas en las que siempre falta la misma parte; ...
Hablaré de puntos suspensivos para que cada uno le de rienda suelta a su imaginación, pues eso buscan las palabras, convertir el tiempo en un acompañante perfecto, dejándote disfrutar del paisaje.
Pero mis puntos suspensivos saben de sobra de que hablo y este, ya no se manifiesta, se ha quedado dormido a saber dónde; lo más probable es que en unas sábanas ajenas, dejándose acariciar por unas manos desconocidas, que no se han tomado el tiempo de comprenderte ni conocerte. He dejado de responder a mis preguntas cuando tú dejaste de dar señales.
Y ahora el frío me invade, tratando de recordar o crear un fin para esto. Quizás lo mejor será decir;
Esperé a volver a vernos