La sorpresa nos encontró por separado y sin nada que decir, con los labios apretados por la velocidad que habíamos cogido y sosteniendo más la mirada que otra cosa. Volvimos, como antes, para estar ahora. Separa-dos. Dos. Y ahora ninguno. Creímos en lo puesto, en las desilusiones y en eso de que los corazones bomba solo existen en las relojerías. Tic-tac. El tac ha quedado incompleto desde que abandonaste el juego y sin dos no hay juego. Las margaritas no se deshojan solas. Testigo de ti y cuídate.