Los taxis ya no paran y solo son una imagen borrosa en mi mirada. Algunos van en color y otros aún en blanco y negro y el olor del café recién hecho hace ya varias horas se queda impregando en mi ropa como el tabaco en los días de fiesta en esos vestidos tan caros, montados en coches carísimos y acompañados de otros iguales que ellos. Fiestas de etiqueta y cóctels con bebidas estrañas y muy novedosas, impreganadas de narcisismo e hipocresía barata, y ciertos aires de superioridad.
viernes, 23 de diciembre de 2011
tristeza sostenida
Todos los relojes se han parado y el tiempo se ha perdido, las manecillas del reloj ya no están cuerdas y tienen un lado contrario al igual que todos nosotros. Se han hecho charcos de arena y el mar de ilusiones se ha secado. No queda tiempo para más. Si luchas, luchas. Anda de puntillas pisando con cuidado los escalones y cuentas de vez en cuando las baldosas para evitar pisar unos bordes plagados de miedo.
Los taxis ya no paran y solo son una imagen borrosa en mi mirada. Algunos van en color y otros aún en blanco y negro y el olor del café recién hecho hace ya varias horas se queda impregando en mi ropa como el tabaco en los días de fiesta en esos vestidos tan caros, montados en coches carísimos y acompañados de otros iguales que ellos. Fiestas de etiqueta y cóctels con bebidas estrañas y muy novedosas, impreganadas de narcisismo e hipocresía barata, y ciertos aires de superioridad.
Los taxis ya no paran y solo son una imagen borrosa en mi mirada. Algunos van en color y otros aún en blanco y negro y el olor del café recién hecho hace ya varias horas se queda impregando en mi ropa como el tabaco en los días de fiesta en esos vestidos tan caros, montados en coches carísimos y acompañados de otros iguales que ellos. Fiestas de etiqueta y cóctels con bebidas estrañas y muy novedosas, impreganadas de narcisismo e hipocresía barata, y ciertos aires de superioridad.