sábado, 31 de diciembre de 2011

einunddreißig

Hoy. Hoy es nuestro día, el día de cada uno de nosotros, el último del el principio del esto de nuestras vida, porque quedan solo horas e impacientas con el segundero del reloj y le metes prisa dando pequeños golpecitos para ver si así coge más velocidad; pones del revés todos los relojes de arena, viendo caer en cada uno de ellos todos los obstáculo que te puso el camino. Este año, lleno de cambios de sentido y caídas lentas esperando esa mano que te ayude. Un año donde el orgullo venció de una vez al corazón y el corage te critica y te ayuda a crecer pero sobre todo crecer como persona poquito a poco criticándote delante de el espejo, buscando tus  defectos e intentando encontrar una solución. Diciendo adiós en un tiempo para volver a ser quien un día eras, gracias a manos heladas en las que te esperaba un futuro mejor. Qué lección la de caerse al suelo y levantarse, rápido para no dudar para no hundirte con el barco como un buen capitán, salir a flote siempre fue una buena opción, porque el cielo se ve con más claridad desde lejos ya que en el fondo todo es oscuridad. Qué fácil fue moverse entre pisadas ya dadas y que ahora tienes que comenzar a seguir tu propio camino y duele deshacerse de cosas que no querías y agacharse y que te joda. (''Para seguir creciendo a veces hay que agacharse''). 
Conociste cosas nuevas y también a esas personas que se marcan con un discreto once y que están etiquetadas en tu corazón, a las que echarás de menos cuando no estén y que ni el tiempo ni el lugar harán que salgan de ahí. Los nuevos vicios y unas pocas nuevas virtudes, más soltura en la pista de baile y frente a lo desconocido. Libertad en los ejes y soltura encima de una tabla que poco a poco se convertirá en arte, como el que tienen otros, envidia, envidia sana y ganas de superación. Ganas de salir ahí y comerse el mundo, qué putas ganas. Ganas de conocer y que te conozcan y que critiquen entonces, ganas de aprender y desaprender para volver a verte en esas situaciones llenas de risas llenas de sonrisas dibujabas. Que ahora da igual, verano o invierno, el año ha pasado y los recuerdos se quedan ahí en notas de voz, en formato susurro y en forma de abecedario. Están ahí y ahí se quedarán.
Deseo. Magia. Eso espero y pido para este nuevo día, otro en el que saldrá el sol y será un día más para mi y para todos pero el comienzo de una nueva dinastía. Es el que te da la facilidad y los pies para poder comenzar a realizar tus promesas divididas y tus sueños en forma de exalación y humo. Por pedir pido que sea el cielo que me vea y que me haga sentirme tan bien que a veces no te lo creerías.Que me de una nueva lección y que me haga crecer, que me deje volar lejos de aquí cuando lo necesite y que no me hagan dudar de lo que soy, ser una estrella o al menos imaginarlo, no ser única, ser una más con diferencias en el brillo de los ojos y las tildes sobre las íes. Intentar entenderme




Por que somos como niños pequeños esperando a que a que los vicios sustituyan a los juguetes que teníamos en otro tiempo

lunes, 26 de diciembre de 2011

Altas dosis de ficción

Por ejemplo, saltarse las normasl, las barreras y sobre todo el tiempo. Jugar a unir casualidades y tirar la casa por la ventana solo por ver sonreír. Lo fácil que se vuelve todo sólo al escuchar su voz y como fluyen las palabras en cuatro o cinco frases de una línea telefónica. Mirar y que te miren y salir corriendo, y saber que vendrán detrás tuya recogiendo los relojes rotos llenos de recuerdos. Quemar la piel a fuego con tinta solo por sorprender o besar a quemarropa en forma de misión suicida. Intentar contar las estrellas o incluso comprar una para el uso y el disfrute total. Locura en estado puro y bestial, que nada te pare de hacer nada o saltar a los brazos de un desconocido y declararle tu amor sin más. Reventar corazones oxidados por el sobreuso y llenos de puntos de sutura nada que no pueda curar una buena sobredosis. (...)
Ayer se me olvidó la desesperación y la ansiedad por esas historias no contadas sobre los ojos para que todo lo absurdo se vuelva un poco real. Que mi lado desconocido también lo conoce y espero que lo interprete. Abrazarte y que me abraces que hoy serás mis ojos y me enseñarás el mundo, ¿lo tienes claro?
Yo sí

sábado, 24 de diciembre de 2011

Acabo de sentir un escalofrío, uno, dos e incluso tres. Tengo la ropa tirada por el suelo esperando a que alguien venga a ponérmela no con demasiados mimos pero sí con un poquito de ternura. Tengo la cara llena de lágrimas que se enjuagan en el suelo y con cuidado de quedar marcas perfectas, tengo el alma destrozada, marcada de ti, de tu sabor y olor ese que se montó en un taxi y sin decir más nada desapareció del mapa. Tengo la piel empapada de agua sin recuerdos y de arañazos curados con alcohol puro y duro. El agua repiquetea contra el mármol blanco de mi ducha, que echa en falta a dos jóvenes confundidos y aturdidos, deshaciéndose del amor que les sobra entre besos y gemidos.
Que triste recordar y que triste recordarte.
El vaho de mi espejo no deja que me refleje con claridad, es una mirada ausente y gris sin contrarios, un estado de calma y soledad

 Las estrellas me hablan de ti sin querer y las letras de las canciones se acumulan en estos cuatro trastes. Te he aguardado pero las pompas de jabón tienen prisa y ganas de volar y dejarse ir, de bailar con el corazón sin pensar en lo complicado. Y tus iniciales me esperan y con el tiempo perdido desesperan y hacen interminable el olvido, ese al que son expuestas.



El café gotea y el chocolate espesa a fuego lento impaciente por tu llegada, la sintaxis de los versos y la confusión de ambos cuerpos, el significado y el subconsciente con un batalla imbatible de cabeza y corazón

viernes, 23 de diciembre de 2011

tristeza sostenida

Todos los relojes se han parado y el tiempo se ha perdido, las manecillas del reloj ya no están cuerdas y tienen un lado contrario al igual que todos nosotros. Se han hecho charcos de arena y el mar de ilusiones se ha secado. No queda tiempo para más. Si luchas, luchas. Anda de puntillas pisando con cuidado los escalones y cuentas de vez en cuando las baldosas para evitar pisar unos bordes plagados de miedo.
Los taxis ya no paran y solo son una imagen borrosa en mi mirada. Algunos van en color y otros aún en blanco y negro y el olor del café recién hecho hace ya varias horas se queda impregando en mi ropa como el tabaco en los días de fiesta en esos vestidos tan caros, montados en coches carísimos y acompañados de otros iguales que ellos. Fiestas de etiqueta y cóctels con bebidas estrañas y muy novedosas, impreganadas de narcisismo e hipocresía barata, y ciertos aires de superioridad.